Marruecos abre la primera sinagoga del mundo árabe en el interior de un campus universitario
«Es la prueba de la tolerancia de nuestro país. El rector me llamó y me dijo, “Gabriel, hace falta una sinagoga, porque ya tenemos una mezquita”, así que hicimos esta sinagoga», explica ante las cámaras con toda simpleza el decano de la facultad de Medicina de la Universidad Politécnica Mohamed 6 de Marrakech, Gabriel Malka.
El marroquí, originario de Fez y que volvió a Marruecos después de desarrollar su carrera profesional en Francia, fue una de las personalidades encargadas de inaugurar la primera sinagoga de Marruecos construida en el interior de un campus universitario. No solo de Marruecos, pero también del mundo árabe. De acuerdo con los promotores de esta iniciativa, ninguno de los países con mayoría de población musulmana tiene un templo judío dentro de un recinto universitario.
Marruecos ya fue pionero en abrir el primer museo del mundo árabe y del norte de áfrica dedicado a la cultura judía y ahora repite en ser el primero para celebrar una nueva etapa de relaciones con el Estado de Israel.
La inauguración se llevó a cabo con la instalación de la mezouzah en la entrada de la nueva sinagoga. Además del decano Gabriel Malka y un nutrido grupo de estudiantes curiosos, participó la asociación Mimouna, un grupo de estudiantes marroquíes dedicados a la preservación de la herencia judía en Marruecos, Jacky Kadosh, representante de la comunidad judía de Marrakech, y Elie Abadie, gran rabino del Consejo Judío de los Emiratos Árabes Unidos.
Desde el Gobierno y la sociedad civil, Marruecos dedica intensos esfuerzos en preservar y mantener lo que queda de la cultura judía en el país. Una trayectoria que en el plano diplomático culminó con la adhesión a los Acuerdos de Abraham y la normalización de las relaciones con Israel.
En Marruecos no quedan más de 2500 judíos residentes, de acuerdo con los números que las asociaciones manejan. Fueron muchos más en el pasado, antes de las grandes migraciones que comenzaron con la instauración del Estado de Israel en 1947. Marruecos albergó entonces la mayor población judía del norte de África, que posteriormente se repartió entre Canadá, Israel y Francia.
La paz con su pasado y con la cultura judía se ha convertido en una importante herramienta para la diplomacia marroquí, que siempre guarda en gran consideración a su diáspora. La Constitución marroquí mantiene la nacionalidad, aunque sin proceso administrativo, a partir de un férreo principio de Ius Sanguinis, es decir, nacionalidad hereditaria por sangre.
A través de estos esfuerzos por revitalizar un importante legado cultural que dejó la población sefardí y mizrahí en Marruecos, las relaciones con Israel crecen a pasos agigantados desde 2020. Desde la cooperación en materia de defensa hasta la inversión en industrias y turismo.
En 2017, el Gobierno marroquí ya restauró en gran medida la mellah de Marrakech, el barrio judío de la ciudad. Ahora únicamente habitado por unas 300 personas de edad avanzada, se ha convertido en uno de los atractivos de la capital del turismo marroquí. En su apogeo se calcula que 50.000 individuos judíos llegaron a poblar la mellah de Marrakech.