El aire suele estar cargado de anticipación, miles de cuerpos vibran con música alegre, un caleidoscopio de luces pinta el cielo nocturno: los festivales de música encarnan la sobrecarga sensorial de la mejor manera posible, atrayendo multitudes sedientas de adrenalina y noches inolvidables.
Sin embargo, bajo la animada fachada se esconde la realidad oculta del uso recreativo de drogas como parte pertinente del festival y de la cultura rave.
Mientras algunos lo ven como una forma de intensificar la diversión, otros se topan con peligros imprevistos. Hespress ES se sumergió en este intrincado fenómeno, explorando historias de asistentes a festivales y opiniones de expertos, para explorar los motivos del consumo de drogas en los festivales, así como las posibilidades de una experiencia más segura para los amantes de la música.
Cuando la risa se entrelaza con la música, una energía alegre navega entre la multitud. Aquí, la euforia del festival toma el control y algunos se arriesgan en busca de un subidón rápido que pueda convertir su vibrante noche en una experiencia inolvidable.
“Recuerdo ir al baño cada 20 minutos para volver a tomar la dosis”, revela Marwane, un asistente al festival de 21 años que habló con Hespress EN bajo un apellido.
Recuerda una de sus experiencias más memorables, diciendo: «Nos drogamos porque mejora la experiencia… En esos festivales se esfuerza mucho en lo visual, etc., puedes disfrutarlo completamente sobrio. Pero es una experiencia fuera de este mundo cuando estás drogado; la música se siente mejor, todo se siente mejor y te sientes más en paz contigo mismo. Y yo tenía una especie de adicción en ese momento”.
Los festivales y raves, con su atmósfera vibrante y su enfoque en experiencias intensificadas, pueden generar una sensación de coraje que resulta en decisiones inseguras e impulsivas.
Estos comportamientos, cuando se refieren al consumo de drogas, pueden manifestarse de diferentes maneras entre los consumidores.
Sanaa, de 27 años y otra habitual del festival que también habló con Hespress EN bajo condición de anonimato, fue una de las desafortunadas personas cuya curiosidad momentánea la llevó en una dirección inesperada.
“En un momento de mi vida solía ir excesivamente a raves y vivía en el extranjero, donde las drogas no se toleraban en absoluto y, sin embargo, algunas personas sabían cómo contrabandearlas de la manera más ingeniosa…”, revela.
“Tenía entre 18 y 19 años y con mucha frecuencia desconocidos al azar me daban drogas al azar, y tomaba todo lo que podía sin pensar mucho. Hubo una vez en la que tomé una pizca del bolígrafo de alguien y el mundo se estremeció agresivamente. Dejé de escuchar la música de vez en cuando, aunque sonaba por todo el almacén. En algún momento, el mundo parecía defectuoso y era como si estuviera observando la vida en cámara lenta, sin reconocer las caras y enloqueciendo por completo. Sentí como si estuviera gritando pero no me escuchaba, y caminar por el almacén era como caminar por una carrera de obstáculos. Cuando empezaba a escuchar la música de nuevo, se escuchaba amortiguada y se sentía como una pérdida de claridad solo para que fuera cuesta abajo… No sé cómo llegué a mi departamento a la mañana siguiente”.
La diversidad de narrativas subraya la naturaleza inesperada del consumo de drogas en los festivales. Puede mejorar la experiencia para algunos, pero puede conducir a un escenario de pesadilla para otros.
Mientras que algunos, como Marwane, relatan un mayor sentido de conexión con la música y un aprecio más profundo por la atmósfera general, otros, como Sanaa, sirven como un claro recordatorio de los peligros potenciales que conlleva el uso de estimulantes no identificados en los festivales. Destaca la importancia de anteponer la seguridad personal y tomar decisiones informadas en dichos entornos.